Guerra by Louis-Ferdinand Céline

Guerra by Louis-Ferdinand Céline

autor:Louis-Ferdinand Céline [Céline, Louis-Ferdinand]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


Hay que reconocer que a partir de aquel momento las cosas se pusieron fáciles y extraordinarias. Sopló un gran viento de fantasía a nuestro alrededor. Y yo demostré una valentía suprema, me dejé llevar, nunca mejor dicho. No cedí a la sorpresa, que hubiese querido que me quedara igual de idiota que antes, tragándome desgracias, solo desgracias, porque era lo único que conocía en la vida, desde la educación que me dieron mis buenos padres, desgracias bien penosas, bien laboriosas, bien sudadas. Hubiese podido desconfiar de esa feria de imaginación fantástica en la que me rogaban subirme a un corcel de madera, enjaezado con mentiras y terciopelos. Hubiese podido rechazarlo. No lo rechacé. Perfecto, me dije, el viento sopla, Ferdinand, apareja tu galera, deja que se jodan todos estos cretinos, déjate llevar, no creas en nada. Te has roto más de dos tercios, pero con el trozo que te queda te vas a divertir, deja que te porte el aquilón favorable. Que duermas o no, tú tambaléate, folla, cojea, vomita, babea, pustula, febrila, aplasta, traiciona, no te cortes mucho, solo es cuestión del viento que sopla, nunca llegarás a ser tan atroz y tan imbécil como los demás. Avanza, eso es todo lo que te piden, tienes la medalla, eres guapo. En esta batalla de idiotas rematados por fin estás ganando sin esfuerzo, tienes una fanfarria particular en la cabeza, estás solo medio gangrenado, estás jodido, de acuerdo, pero ya has visto que en los campos de batalla no se condecora a la carroña, y a ti te han condecorado, que no se te olvide, serías un ingrato, una basura, un mierda seca, no valdrías más que el papel con que te limpias el culo. Me puse la mención en el bolsillo, con la firma de Joffre, y saqué pecho. Parecía que mi potra hundiera más en la mierda a Cascade, pobre muchacho. Ya ni refunfuñaba siquiera. —Ánimo, Gontran —le decía—. Vas a ver cómo me follo a todas esas señoronas, a L’Espinasse y a todos esos tipos del tribunal médico, y al obispo. Mira tú si me encuentro bien que iría a darle por el culo ahora mismo, si no fuera porque se pone firmes para hablarme. Mis chistes ya no le hacían reír, pobre Cascade. —Estás muy guapo, Ferdinand, estás muy guapo. —Eso era todo lo que atinaba a decirme—. Tendrías que ir a que te saquen una foto. —¿A que voy y lo hago? —le dije. Fui con mis padres la misma tarde en que llegaron. Mi padre estaba como en trance. De repente yo era alguien. En el Pasaje de las Bérésinas no se hablaba de otra cosa que de mi medalla. Mi madre estaba con su lagrimita, la voz conmovida. Todo aquello me daba bastante asco. La emoción de mis padres no me gusta. Teníamos cuentas pendientes más serias. Mi padre estaba impresionado por la artillería que desfilaba por las calles. Mi madre se asombraba todo el tiempo de la juventud de los soldados y de la buena facha de los oficiales a caballo.



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